"Tenemos una pistola apuntándonos a la cabeza", dice Manuel, que recuerda que durante la primera mitad de 2008, la extraordinaria demanda mundial de materia prima africana, especialmente petróleo y minerales, había alimentado expectativas de crecimiento optimistas. "No es cuestión de llorar, sino de buscar soluciones conjuntas, africanas y, ante todo, globales. Pero la realidad hoy es que el fantasma de la inestabilidad política se presenta como una seria posibilidad".
Manuel, la figura dominante de un nuevo colectivo financiero africano llamado el C-10, explica que los lazos vitales que unen la economía africana con el resto del mundo se están rompiendo. "China necesitaba crear empleos para 10 millones de personas al año y, para lograrlo, dependía de la fabricación de productos que los estadounidenses compraban en sus grandes almacenes. Casi todos nosotros tenemos los recursos minerales de los que dependía la superproducción china, y por eso en los últimos cinco años hemos vivido una época de bonanza sin precedentes". Pero la demanda estadounidense disminuye, la producción china cae y África se hunde.
Manuel, ex preso político y miembro destacado del Congreso Nacional Africano de Nelson Mandela, cita el ejemplo de Zambia para demostrar la volatilidad de la inversión extranjera en África y la persistencia de lo que él llama "la antigua relación colonial". "Zambia es un gran productor de cobre. Hace 12 meses, 140 millones de personas se desplazaban por China para celebrar el año nuevo con sus familias. La gente se movilizaba de las grandes ciudades al campo. Pero hubo mucha nieve y, ante unos terribles problemas de abastecimiento eléctrico, muchos trenes dejaron de operar y mucha gente no llegó a su destino. Los chinos se abastecieron urgentemente de enormes cantidades de cobre zambiano para expandir su red eléctrica. Pero hoy tienen almacenado más de lo que necesitan. Y las consecuencias para Zambia, cuya economía depende de la exportación de este metal, amenazan con ser muy graves". Todos los países africanos sufren variantes del mismo síndrome. "La gente en el mundo rico no compra casas ni coches nuevos, lo cual implica que todo tipo de productos cuya fabricación depende de, por ejemplo, el cobalto o el aluminio, ya no tienen mercados".
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