Charlé ayer con un hombre que respeto mucho y que está estudiando para ser sacerdote católico, dentro de la congregación de la Obra de Dios (mejor conocido como Opus Dei), y que además es gay.
Hace días me decía que un teólogo con "muchos contactos" le había dicho que Ratzinger no haría la instrucción que prohibiría a estudiantes para el sacerdocio que fueran homosexuales. Ayer, después de saber que siempre sí Benedicto XVI la hizo, comento que bueno, una instrucción no era algo muy fuerte, comparado con otros documentos. Me asombró esa forma de razonamiento, tan cercana a la autonegación de la realidad cuando sucede un duelo. Primero se niega la realidad, luego se empieza a negociar, hasta que se acepta por fin, después de cierto duelo, el nuevo escenario. Ví que mi estimado interlocutor estaba en las primeras etapas de un duelo que no terminaba de reconocer. Y además él me preguntó que qué caso tenía que un sacerdote gay dijera publicamente que lo era. Mejor era ocultarlo en su argumentación.
El problema de ésta es que sencillamente insosteniblemente en términos de una vida humana plena. Los estudios de género han estudiado mucho el fenómeno del clóset en la comunidad gay y han descubierto lo que podría ser obvio: quien es gay sólo puede defender su derecho a no ser discriminado si sale del clóset, no lo puede hacer desde adentro. Y ésto sucede porqué en una sociedad aún muy heterocéntrica, se cree a priori que todo mundo es heterosexual, por ello la única forma en que un gay o una lesbiana defiendan su derecho esencial, el de amar, sólo se puede realizar afirmándose o no negándose en un a priori falso. En resumen: no podemos ser sin amar, y no podemos ser socialmente sin afirmar a quien amamos.
El problema de los jóvenes gay que estudian para ser sacerdotes católicos no es uno muy complejo en realidad. Buscan servir a Dios a través del sacerdocio, que sólo puede conceder la jerarquía católica. Pero si Dios es amor sobre todo, no se puede servirlo a través de una institución que niega la existencia amorosa propia de la persona homosexual. La iglesia católica se está alejando del amor, se está alejando de Dios.... y el hecho de que force a sus estudiantes y sacerdotes gays a negar lo que son es la mayor técnica de violencia psiquica. Negar lo que uno es, lo que uno ama... y en nombre del mayor amor, que es Dios, sólo puede llevar a un lugar: al infierno. Y ya muchos lo expresan, como explica el
New York Times hoy en un artículo sobre las reacciones al anuncio de Roma:
"Word that the Vatican is likely to issue instructions soon that could bar most gay men from joining the priesthood has set off a wave of anger and sadness among some gay priests and seminarians who say they may soon have to decide whether to stay or leave, to remain silent or to speak out.
"I do think about leaving," said a 30-year old Franciscan seminary student. "It's hard to live a duplicitous life, and for me it's hard not to speak out against injustice. And that's what this is."
In telephone interviews on Thursday with gay priests and seminarians in different parts of the country, all were adamant that their names not be used because they feared repercussions from their bishops or church superiors.
"I find that I am becoming more and more angry," said a 40-year-old priest on the West Coast who said he had not decided whether to reveal his homosexuality publicly. "This is the church I've given my life to and I believe in. I look at every person I come in contact with as someone who's created in the image and likeness of God, and I expect that from the church that I'm a part of. But I always feel like I'm 'less than.' "
El miedo como arma de control, como negación de la esencialidad propia de cada persona, y de la más intima y alta: el hecho de ser a partir del amor. Reflexioné más, porque mi amigo del Opus reducía tanto la implicación de la nueva instrucción de Ratzinger, y más siendo alguien tan preparado en el discernimiento, porque ha tomado ejercicios espirituales con jesuitas. Revisé lo que el fundador de los jesuitas explicó para entender mejor si vamos discerniendo o no. El afirma que nos damos si nos acercamos a la voluntad de Dios o no con algunas actitudes, que él llama Espíritu del mal (la tendencia a fallarle a Dios) y el Buen Espíritu (el impulso de Dios). El llamado mal espíritu lleva a la "desolación", que el reconocido jesuita mexicano, Luis del Valle, define como "el amor propio, el egoísmo, a ponerse uno primero que todo, a perder la fe y la confianza en Dios. Pereza y tibieza para la vida en el Espíritu..." El llamado Buen espírtu lleva a la "consolación", que del Valle define como "aumento de la fe, esperanza y caridad, arrebato y don de lágrimas..."
Creo que la definición de Del Valle es muy simplista. Creo que el discernimiento es algo mucho más fino y menos infantil - con todo respeto por los niños. ¿Entonces la gente que siguen creyendo en Dios pero ya no en la iglesia católica vive en doselación? Muchos veces es lo contrario: muchos sacerdotes que abusan de niños, que viven adictos al alcohol, al poder... ¿Entonces sólo la gente que llora vive en consolación? Digánle eso a los jóvenes gays que se suicidan cada año por no ser aceptados en su familia. El consuelo y la desolación son estados más complejos... y el hecho de pensar en dejar el sacerdocio no a fuerzas es un hecho de pérdida de fe y de amor, casi siempre es lo contrario. Si no pregunten a tantos sacerdotes y estudiantes que han dejado la jerarquía. Muchas veces son hombres alegres y plenos. Aquí la pregunta de fondo es: ¿porqué permanecer como sacerdote en la institución occidental más violenta hacia los gays, si uno lo es? Podrán ser muchas respuestas, pero la única que no es posible ni digna es que sea para servir a Dios. El duelo es necesario para renacer, y ojalá pronto muchos como mi amigo vean que es el momento de duelo, de llorar... para que nuestras verdaderas lágrimas fertilizen nuevos campos de trigo dorado bajo un nuevo cielo y en una nueva tierra.