domingo, octubre 16, 2005

Sin miedo a Dios

A Dios hay que temerle me dicen, pero yo no lo creo. En todo caso hay que amarlo, y parece que esa es la misma conclusión que millones de católicos han llegado. Porque aman a Dios, no temen al infierno, y eso le está causando graves problemas a la jerarquía católica, acostumbrada a amenazar, encubrir sacerdotes pederastas y excomulgar a católicos que usan divorciarse. Son problemas para ellos, porque subestiman a los fieles. Ese es su principal pecado: la soberbia. Pecado que sí puede llevarlo en cambio a ellos al infierno. Mientras los fieles llevan sus vidas y creen en Dios. Y una de las evidencias más interesantes es la última encuesta que se hizo a los católicos chilenos (Chile es quizá el país más conservador de América Latina se pensaba; hasta hace dos años pasó su ley de divorcio) y es sorprendente. Copio:
"Cuenta Betzie Jaramillo en La Nación que muy desobedientes se han vuelto los fieles. Eso es lo que demostró la encuesta Adimark. Aceptan el condón, que los separados comulguen, que las mujeres sean curas, y muchos que se legalice el aborto. Es una insurrección pacífica contra las principales prohibiciones del Vaticano...

Chile aporta al ejército de fieles unos ocho millones. Son los que se declaran católicos. Pero cada uno a su manera y casi todos “en pecado” por pensamiento u obra, ya que la mayoría no obedece lo que el Vaticano dicta.

Marisa y Claudio se casaron por la Iglesia. Ella, vestida de blanco virginal, aunque ya era una experta en relaciones sexuales con pololos y amantes ocasionales antes de conocer a su futuro marido. Claudio, por su parte, aportó al matrimonio un hijo de una mujer con la que nunca se casó y que el día de la boda llevó los anillos. Hoy están separados y tramitando su divorcio, pero siguen comulgando cuando van a misa. De hecho, casi el 75% de los católicos chilenos piensa que los separados y los vueltos a casar pueden comulgar. Ambos se declaran católicos en todas las encuestas y ambos consideran que no se van a freír en el infierno por no cumplir con los requisitos de su religión.

La encuesta de Adimark reveló que el 91,2% de los católicos aceptaba cualquier método de anticoncepción, ya sean dispositivos intrauterinos, píldora anticonceptiva o condón. O sea, que entienden que la relación sexual no tiene como único fin la reproducción, sino que también forma parte de los placeres de la vida a los que no hay sermón que los haga renunciar. Y a pesar de la alharaca de la Iglesia en contra del uso del condón para prevenir el sida, un 95,1% de sus fieles acepta este método para evitar el contagio.

En lo que se refiere al aborto, tema duro que ni siquiera los políticos se atreven a abordar definitivamente, el 40,6% de nuestros compatriotas católicos piensa que debe ser legal y una decisión personal de cada mujer. Cuesta creerlo. Este porcentaje es “el más sorprendente”, como lo calificó el director de la empresa de investigación de mercado y opinión pública Adimark en la encuesta “Los católicos opinan”.

Y si se desmenuza esa cifra, hay más sorpresas. Los mayores de 56 años son mucho más tolerantes (44,3%) que los jóvenes entre 18 y 35 años (34,3%). Los más obedientes a la prohibición absoluta son los católicos pobres. Los evangélicos, la quinta parte de los creyentes del país, son mucho más estrictos. Sólo un 16% estuvo de acuerdo.

Es que en todo lo que se refiere al sexo, el Vaticano es extraordinariamente rígido. Y es ahí donde su grey se rebela en la práctica, a pesar del permanente martilleo de condenas a las formas de relación de las personas. Lo que contrasta con las que se refieren a otros aspectos de la humanidad, como la pobreza y la injusticia, en las que no ofrecen excomulgar a ningún rico por esclavizar a sus empleados o a un dictador por eliminar la democracia. Aunque al respecto tengan un discurso, una postura y una práctica a través de las cientos de ONG’s católicas.
Algo debe fallar en el marketing del Vaticano que sus órdenes son tan desobedecidas. Y de nada sirven las amenazas de excomulgación o perder el ticket al cielo después de morir. O sea, el miedo como forma de tener controlados a los católicos ya no es un arma eficaz. Quizás algún integrista piense que “nunca debimos renunciar a la hoguera”, ante tanta flaccidez en el respeto a las normas.

Ni los sacerdotes se libran de incurrir en la desobediencia. En los últimos 40 años, unos 100 mil en el mundo han colgado sus hábitos para casarse. Y no renuncian a su fe y reclaman su derecho a seguir siendo sacerdotes, sin que el amor a una mujer sea excluyente de su vocación. Y los feligreses los apoyan. La encuesta Adimark reveló que casi un 60% está de acuerdo con que puedan casarse. Y sin que lo diga la encuesta, son muchos los que piensan que esa medida evitaría la vergüenza mundial ante los escándalos de abusos a menores por parte de los curas. Y eso sí que es un crimen que podría llevarlos al infierno, aunque lo que es seguro es que puede llevarlos a la cárcel.

Un porcentaje similar (60%) piensa que ya es hora de permitir que las mujeres puedan ser sacerdotes. En 2002, el actual Papa Benedicto XVI, cuando aún era el cardenal Ratzinger, excomulgó a siete mujeres que se ordenaron sacerdotes en un barco en las aguas del Danubio. No sirvió como castigo ejemplar, porque a finales de julio de este año, cuatro decidieron ser curas en la primera ceremonia de este tipo en América. Y lo hicieron en otro río, el San Lorenzo, tierra de nadie entre EEUU y Canadá, donde ninguno de los dos países tiene jurisdicción.

Uno de los argumentos prácticos que defienden el derecho de la mujer a ser sacerdote es que los hombres ya no quieren serlo. Las vocaciones no crecen entre los jóvenes y la edad promedio de los curas es de más de 60 años. Con semejante envejecimiento, y teniendo en cuenta que ni los curas se libran de la muerte, el sacerdocio se enfrenta a su extinción si no toma medidas. Pero la medida que tomaron en 1998 en Roma fue la de prohibir incluso hablar sobre el tema. Ni las apelaciones a la igualdad de derechos o la piadosa de que también “ellas son hijas del Señor” han flexibilizado la postura de la Iglesia.
Y hay exigencias de descentralización, a modo de motín que cuestiona la autoridad del Vaticano. Un 59,4% piensa que los obispos deben ser elegidos democráticamente por sacerdotes y personas de la diócesis, y no por orden divina desde Roma. O sea, que podrían presentarse varios al puesto y harían campaña, como es de rigor en cualquier democracia. Habrá que ver si en San Pedro están dispuestos a tanta democracia.
Ahora bien, ¿por qué siguen declarándose católicos si están tan en desacuerdo con sus leyes? No se sabe. Puede ser por costumbre. Mis padres lo eran, a mí me bautizaron, me casé por la iglesia, mi hija hizo la primera comunión, y cuando me siento aterrorizada pido ayuda a Dios. Y Jesús dijo cosas hermosas y estaba con los pobres. Y el padre Hurtado era un buen hombre. Y los santos existen y hacen milagros. Y se necesitan tantos milagros. El enfermo, el desesperado, el infeliz, piden a gritos milagros... el Gobierno militar tiñó su discurso de lo más rancio de la religión. Ese sello conservador, que llevó a muchos a pensar realmente que así era la vida, llena de prohibiciones, se mantuvo más allá del retorno de la democracia. La encuesta Adimark es la prueba de que las cosas han cambiado. Incluido el número de chilenos que se declaran católicos (69,9%), un 7% menos que en 1992.

Esta insurrección pacífica a las normas eclesiásticas estará presente en las oraciones de la jerarquía y en los programas de los políticos, que tendrán muy presentes los resultados de esta encuesta. El mensaje que les envían no viene del cielo, sino de abajo y es potente. Y si Dios existe, que los ilumine."

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Soy una feliz católica, fui bautizada en esa fe y crieda en ella, es más durante 7 años de mi vida estuve en escuela católica y si algo he aprendido desde entonces y pasando por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM es que, en lo básico la iglesia católica es genial: ama a tu prógimo, es lo más simple del mundo y lo mejor es que si siguieramos esa noma se llevaría una existencia tan pacífica, no habría necesidad de criticar o menospreciar. Que cada uno siga con su vida sin molestar a los demás. El aborto es una custión bien personal, el sexo tambien y si es con protección mejor (así no te contagias o traes al mundo niños no deseados), los divorcios son tan sanos (evitas traumas en los hijos y en la pareja) y como mujer me considero con la misma capacidad para ser sacerdote(sacerdotisa). Mi iglesia necesita un cambio profundo de lo contrario perdera seguidores y solo causará que la gente le vea no solo con indiferencia sino con desprecio. Los grandes jerarcas no ven que los tiempos ya no están para condenaciones eternas sino para la ayuda al vecino, el respeto a las diferencias y la equidad en el trato de los feligreses.

Aldea Diaguita dijo...

Quizas un dato extra para comprender mejor la situación en Chile, supongo que la igual que en resto de Latinoamérica (no he tenido el gusto de viajar) el decirse católico va mas ligado al tema del status que te dá aquello, se supone que todas las clases altas son católicos practicantes, por ello hay tanta contradicción con los dichos del Vaticano, aquí la gente admira al papa sólo porque es bien visto socialmente.

Roberto Iza Valdés dijo...
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