Los medios en su frenesí informativo 24/7/365 dieron encabezados sensacionalistas sobre la visita de Benedicto XVI a Alemania, pero ¿qué fue lo que sucedió en realidad? En realidad no pasó nada como bien afirma el sociólogo de la religión Bernardo Barranco hoy en La Jornada:
"Después de cuatro meses de duelo y añoranza excesiva por la figura de Juan Pablo II, queda la impresión de que poco o casi nada se ha movido en el Vaticano. Como si la larga agonía de Wojtyla hubiese agotado las estructuras y las energías de la Santa Sede. Benedicto XVI adopta el estilo del viejo profesor, se le percibe incómodo frente a los grandes medios de comunicación y no se le da la improvisación durante sus audiencias; es más, da la impresión de que los aplausos interrumpen la impecable lectura de su mensaje. Definitivamente Ratzinger no tiene el carisma de su antecesor ni una personalidad arrolladora ni mucho menos vocación mediática."
"Va quedando claro que Benedicto XVI no será un papa para las masas. Sin embargo, no las rehuye y puede ir a su encuentro, aunque no posee una actitud actoral ni de teatralidad para la seducción mediática. Asimismo, parece perfilarse desde ahora que Ratzinger, de 78 años, no será un papa viajero que se desgaste innecesariamente, por lo que tirará línea, orientación y disciplina desde Roma.
Dado su perfil intelectual y timidez personal, su estilo se acerca más al de Paulo VI o al petrificado Pío XII; sin embargo, si bien hay un alejamiento en la forma de su antecesor, en términos de contenido la perspectiva sigue siendo la misma. Hay consenso abrumador entre muchos observadores y vigilantes del Vaticano sobre el continuismo programático wojtyliano de Benedicto XVI sin el carisma de Juan Pablo II, quizá porque el propio Ratzinger es el arquitecto de los contenidos.
Muchos también se preguntan sobre la capacidad política del actual papa, si tendrá la capacidad de liderazgo para incidir en la geopolítica global y en la interculturalidad de este planeta o si, por el contrario, se ahondará la tendencia a vivir un cristianismo sin la Iglesia y sin el Papa."
Yo apuesto más por la segunda posibilidad. Si la calidez mediática y los muchos viajes de Juan Pablo II no impidieron que América Latina y Europa se alejaran del catolicismo, la "disciplina" de Ratzinger mucho menos lo evitara. El mundo cambia rápido, y la Iglesia Católica simplementeno entiende su nuevo rol, que ya no debe ser el de policía de la moral, sino el de compañera espiritual. Es tiempo de pensar en el futuro, en uno sin la Iglesia Católica como la conocemos.
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