Cruzados
Enrique Goldbard
"...en este lado, los enemigos del Señor, y en este otro, sus amigos", Urbano II (Concilio de Clermont, 1095).
Ante la incapacidad de participar en una discusión civilizada sobre temas que se han convertido en hipersensibles para el sector más conservador de la sociedad -en estos momentos el aborto-, los grupos que abanderan esta posición han recurrido a lo que siempre recurren: al tremendismo verbal, la movilización, la amenaza (con vigencia en este mundo o en el otro) y a otros recursos reminiscentes de las cruzadas del medioevo.
Es así que se han empleado las palabras -transformadas en epítetos- de siempre: asesinato, sangre, muerte, etcétera.
El mismo Presidente, Felipe Calderón, ha tomado posición al declararse "en defensa de la vida" y lo que es peor, a sugerir que no se toquen temas "que dividen a los mexicanos".
Excesos como el de Felipe Arizmendi, Obispo de San Cristóbal de las Casas, resultan francamente revulsivos.
Se le ocurrió calificar a los miembros de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal de, ni más ni menos, que "colaboradores, quizá ingenuos, de asesinatos exterminadores, que en nada se distinguen de los crímenes perpetrados por Hitler".
La incapacidad para "distinguir" qué manifiesta el señor Arizmendi, podría asimismo, servir como explicación del cuestionable papel que desempeñó la jerarquía de su Iglesia en el Holocausto.
Con declaraciones como esta es fácil perder la serenidad, por lo que el peligro de hacerle el juego a los aguerridos vociferantes es constante. No vale la pena.
A pesar de que un número de profesionales de la medicina no están de acuerdo con la práctica del aborto, existe un acuerdo sobre las características de esta intervención.
Para los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos: "El aborto es un procedimiento, ya sea quirúrgico (legrado uterino por aspiración) o médico, para terminar el embarazo.
Si una mujer decide tener un aborto, debe encontrar un lugar seguro donde le puedan practicar este procedimiento y donde pueda obtener el apoyo y seguimiento médico que sea necesario después del mismo".
No se trata de promover el aborto como un método de planificación familiar, eso ha quedado perfectamente claro desde la Conferencia Internacional de Población y Desarrollo (El Cairo, 1994).
No se incrementarán las cifras de abortos legales inducidos, según se infiere de las cifras de los Centros de Control de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, en donde se ha registrado un decremento ligero aunque constante desde 1990 hasta el 2003.
Se reducirá el número de muertes de mujeres por la práctica del procedimiento en condiciones inadecuadas: el índice de mortalidad de mujeres por aborto en países donde es ilegal es de 330 por 100 mil, en los países donde es legal es de 0.2 a 1.2 por 100 mil (según datos de 2004 de la Organización Panamericana de la Salud).
Por si fuera poco, la práctica del aborto es legal en la abrumadora mayoría de los países más desarrollados del orbe, élite económica aspiracional para los dirigentes políticos y empresariales de nuestro País.
Como ha sucedido en situaciones de controversia ligadas a la potestad del ser humano sobre su cuerpo (en especial en el caso de la mujer), escasa es la capacidad de decisión de la persona en situaciones de compromiso de su propio organismo, no sólo en casos de aborto o eutanasia, ocurre también cuando se trata de tratamiento médico o quirúrgico.
Lo grave no es únicamente la serie de impedimentos legales o morales que existen para coartar la libertad de decidir sino también la información confusa, críptica, poco confiable o de plano inexistente entre la que se debate la mayor parte de la población, información auspiciada tanto por los actores de los que hemos hablado como por algunos profesionales o expertos que se comprometen más con la conservación de la esoteria de su oficio que con el bienestar de la persona.
Según esta línea de pensamiento, el individuo humano es un ente desvalido y estúpido que no tiene la capacidad de decidir sobre aquello que atañe a su cuerpo, no es su dueño y requiere de tutelaje para saber qué hacer con él.
hgoldbard@medscape.com
Es así que se han empleado las palabras -transformadas en epítetos- de siempre: asesinato, sangre, muerte, etcétera.
El mismo Presidente, Felipe Calderón, ha tomado posición al declararse "en defensa de la vida" y lo que es peor, a sugerir que no se toquen temas "que dividen a los mexicanos".
Excesos como el de Felipe Arizmendi, Obispo de San Cristóbal de las Casas, resultan francamente revulsivos.
Se le ocurrió calificar a los miembros de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal de, ni más ni menos, que "colaboradores, quizá ingenuos, de asesinatos exterminadores, que en nada se distinguen de los crímenes perpetrados por Hitler".
La incapacidad para "distinguir" qué manifiesta el señor Arizmendi, podría asimismo, servir como explicación del cuestionable papel que desempeñó la jerarquía de su Iglesia en el Holocausto.
Con declaraciones como esta es fácil perder la serenidad, por lo que el peligro de hacerle el juego a los aguerridos vociferantes es constante. No vale la pena.
A pesar de que un número de profesionales de la medicina no están de acuerdo con la práctica del aborto, existe un acuerdo sobre las características de esta intervención.
Para los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos: "El aborto es un procedimiento, ya sea quirúrgico (legrado uterino por aspiración) o médico, para terminar el embarazo.
Si una mujer decide tener un aborto, debe encontrar un lugar seguro donde le puedan practicar este procedimiento y donde pueda obtener el apoyo y seguimiento médico que sea necesario después del mismo".
No se trata de promover el aborto como un método de planificación familiar, eso ha quedado perfectamente claro desde la Conferencia Internacional de Población y Desarrollo (El Cairo, 1994).
No se incrementarán las cifras de abortos legales inducidos, según se infiere de las cifras de los Centros de Control de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, en donde se ha registrado un decremento ligero aunque constante desde 1990 hasta el 2003.
Se reducirá el número de muertes de mujeres por la práctica del procedimiento en condiciones inadecuadas: el índice de mortalidad de mujeres por aborto en países donde es ilegal es de 330 por 100 mil, en los países donde es legal es de 0.2 a 1.2 por 100 mil (según datos de 2004 de la Organización Panamericana de la Salud).
Por si fuera poco, la práctica del aborto es legal en la abrumadora mayoría de los países más desarrollados del orbe, élite económica aspiracional para los dirigentes políticos y empresariales de nuestro País.
Como ha sucedido en situaciones de controversia ligadas a la potestad del ser humano sobre su cuerpo (en especial en el caso de la mujer), escasa es la capacidad de decisión de la persona en situaciones de compromiso de su propio organismo, no sólo en casos de aborto o eutanasia, ocurre también cuando se trata de tratamiento médico o quirúrgico.
Lo grave no es únicamente la serie de impedimentos legales o morales que existen para coartar la libertad de decidir sino también la información confusa, críptica, poco confiable o de plano inexistente entre la que se debate la mayor parte de la población, información auspiciada tanto por los actores de los que hemos hablado como por algunos profesionales o expertos que se comprometen más con la conservación de la esoteria de su oficio que con el bienestar de la persona.
Según esta línea de pensamiento, el individuo humano es un ente desvalido y estúpido que no tiene la capacidad de decidir sobre aquello que atañe a su cuerpo, no es su dueño y requiere de tutelaje para saber qué hacer con él.
hgoldbard@medscape.com
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