Ximena Peredo
Libertad de elección
Quiero reiterar que estoy en contra del aborto. ¿Quién puede estar a favor? He conocido y leído a varias feministas con autoridad en el tema, e incluso ellas están en contra del aborto. Nadie desea abortar. Bajo esta premisa podemos construir críticas mucho más sensatas sobre el tema.
Abortar es una situación límite. Según me han contado, es una experiencia dolorosa física y espiritualmente y, sin embargo, resulta necesaria y urgente para algunas mujeres que enfrentan circunstancias de vida igualmente difíciles.
Existe la gran tentación de creernos tan sabios que "intelectualizamos" los sentimientos humanos. De esta manera podemos dictar, desde nuestra cómoda silla, cómo deberían reaccionar todas las personas ética y moralmente. Es decir, que no importa cuán desesperada pueda estar una mujer, ni cuánto dolor habite en su corazón, ni qué tan abandonada se encuentre: siempre se debe reaccionar con la misma disciplina. Nos creemos personas tan buenas que pensamos que, si nuestra moral privada fuera obedecida públicamente, el mundo sería mejor. Discutir sobre temas tan sensibles como éste, nos ayuda a revisar nuestra tolerancia y soberbia intelectual.
Ahora bien, independientemente de nuestros principios, existen leyes que regulan nuestra conducta para procurar un bienestar social. Aquí está la clave: las leyes sirven en tanto promuevan un bienestar generalizado. En este sentido necesitaríamos traer a la discusión el tema de la sobrepoblación, la pobreza y las muertes de mujeres que deciden abortar clandestinamente.
Las cifras sobre abortos clandestinos varían dependiendo de quien informe, pero el hecho es que es imposible tener una cifra veraz, ¿cuántos no se practican en baños públicos, hoteles, en clínicas insalubres? Según Provida, suceden 102 mil abortos clandestinos al año en el país; según GIRE, mil mujeres mueren al año intentando abortar a escondidas. Según el doctor Raúl López García, del Instituto Nacional de Perinatología, al año suceden 850 mil abortos inducidos.
La pregunta a la que me gustaría invitar es: ¿por qué las mujeres abortan? La respuesta que les he escuchado a los grupos más conservadores es que abortan por egoístas, pero yo invitaría a salir de nuestro ensimismamiento justamente, y a pensar en ellas, en las mujeres que, poniendo en riesgo su vida, deciden abortar. ¿Qué las empujará a usar ganchos, picos, agujas de coser?, ¿qué las hace asistir a clínicas insalubres, en donde reciben maltratos y en donde se lastima su dignidad y su cuerpo?, ¿qué situación viven, que ponen en riesgo su propia vida?
Existen voces sensatas que quieren llevar el debate sobre la despenalización del aborto a la discusión de políticas públicas de prevención de embarazos; es decir, información y educación sexual. Por supuesto me sumo a esta intención, definitivamente. Sin embargo, en este país, las cosas avanzan tan lentamente, y Elba Esther Gordillo tiene tanto poder en la educación en México que sería necesario paralelamente legislar en este sentido, es decir, eximir de castigo penal a la mujer que decida practicarse un aborto.
El debate no creo que deba ser si es bueno o malo abortar; creo que hay un consenso sobre esto. La discusión debería moverse a las circunstancias que empujan a una mujer a abortar y a nuestra incapacidad para cambiarlas. Ojalá pudieran, quienes están a favor de su penalización, dar de comer a todos los niños con hambre; ojalá pudieran evitar violaciones sexuales dentro del matrimonio; ojalá pudieran evitar el abandono de los padres.
Pero mientras esto no se pueda, creo que habrá que brindar libertad de elección a la mujer.
Abortar es una situación límite. Según me han contado, es una experiencia dolorosa física y espiritualmente y, sin embargo, resulta necesaria y urgente para algunas mujeres que enfrentan circunstancias de vida igualmente difíciles.
Existe la gran tentación de creernos tan sabios que "intelectualizamos" los sentimientos humanos. De esta manera podemos dictar, desde nuestra cómoda silla, cómo deberían reaccionar todas las personas ética y moralmente. Es decir, que no importa cuán desesperada pueda estar una mujer, ni cuánto dolor habite en su corazón, ni qué tan abandonada se encuentre: siempre se debe reaccionar con la misma disciplina. Nos creemos personas tan buenas que pensamos que, si nuestra moral privada fuera obedecida públicamente, el mundo sería mejor. Discutir sobre temas tan sensibles como éste, nos ayuda a revisar nuestra tolerancia y soberbia intelectual.
Ahora bien, independientemente de nuestros principios, existen leyes que regulan nuestra conducta para procurar un bienestar social. Aquí está la clave: las leyes sirven en tanto promuevan un bienestar generalizado. En este sentido necesitaríamos traer a la discusión el tema de la sobrepoblación, la pobreza y las muertes de mujeres que deciden abortar clandestinamente.
Las cifras sobre abortos clandestinos varían dependiendo de quien informe, pero el hecho es que es imposible tener una cifra veraz, ¿cuántos no se practican en baños públicos, hoteles, en clínicas insalubres? Según Provida, suceden 102 mil abortos clandestinos al año en el país; según GIRE, mil mujeres mueren al año intentando abortar a escondidas. Según el doctor Raúl López García, del Instituto Nacional de Perinatología, al año suceden 850 mil abortos inducidos.
La pregunta a la que me gustaría invitar es: ¿por qué las mujeres abortan? La respuesta que les he escuchado a los grupos más conservadores es que abortan por egoístas, pero yo invitaría a salir de nuestro ensimismamiento justamente, y a pensar en ellas, en las mujeres que, poniendo en riesgo su vida, deciden abortar. ¿Qué las empujará a usar ganchos, picos, agujas de coser?, ¿qué las hace asistir a clínicas insalubres, en donde reciben maltratos y en donde se lastima su dignidad y su cuerpo?, ¿qué situación viven, que ponen en riesgo su propia vida?
Existen voces sensatas que quieren llevar el debate sobre la despenalización del aborto a la discusión de políticas públicas de prevención de embarazos; es decir, información y educación sexual. Por supuesto me sumo a esta intención, definitivamente. Sin embargo, en este país, las cosas avanzan tan lentamente, y Elba Esther Gordillo tiene tanto poder en la educación en México que sería necesario paralelamente legislar en este sentido, es decir, eximir de castigo penal a la mujer que decida practicarse un aborto.
El debate no creo que deba ser si es bueno o malo abortar; creo que hay un consenso sobre esto. La discusión debería moverse a las circunstancias que empujan a una mujer a abortar y a nuestra incapacidad para cambiarlas. Ojalá pudieran, quienes están a favor de su penalización, dar de comer a todos los niños con hambre; ojalá pudieran evitar violaciones sexuales dentro del matrimonio; ojalá pudieran evitar el abandono de los padres.
Pero mientras esto no se pueda, creo que habrá que brindar libertad de elección a la mujer.
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