El Himno Nacional Mexicano está lleno de llamados a las armas, a la guerra, al derramamiento de sangre, y lo hace con imágenes súmamente violentas, mortales, alegoría de victorias y hazañas, tapizado de tumbas y ruinas, héroes y muertos. Aparecen arcángeles, destinos eternos e incluso el mismísimo dios.
Pero también hace un pequeño pero importante llamado a la paz, a la unión, a la libertad...
Lo bueno, lo malo y lo feo confluyen en una tonada más propia de militares que de civiles, en la que no hay cabida a la inacción (con lo que concuerdo), pero en la que tampoco se impone la paz.
El Himno Nacional Mexicano existe en tres versiones, la original, la oficial y la corta. Las dos últimas son las que normalmente se usan en eventos oficiales, en las escuelas, y son extractos de la primera.
Haré una pequeña visita por el original, centrándome principalmente en tres cosas: su carácter militar, la violencia de algunos versos y las apariciones religiosas (que pienso se deben cuestionar en un país laico).
No estoy de acuerdo en el que en mi Himno se lacere la laicidad de mi país. El que México sea un Estado Laico es una de las mejores cosas que tenemos, ya que el Estado no se pronuncia por una u otra creencia (o falta de creencia). Eso le da a los mexicanos no solo la libertad de ser tan crédulos como sus padres (o ellos mismos) quieran ser, también garantiza que el Estado no dirá que unos son mejores que otros. Si en México se defiende la laicidad en las instituciones, organismos, gobiernos y educación, lo que en verdad se está haciendo es proteger la libertad de que se piense lo que se quiera, sin privilegiar una u otra forma de pensamiento. Este es el verdadero valor de un Estado Laico. Privilegiar una forma de pensar (en este caso, de carácter religioso) es automáticamente discriminar a las demás. Es por esto que no se puede permitir, por ejemplo, que sea legal que haya escuelas que enseñen algún tipo de religión y lo califiquen de alguna forma, porque discriminaría contra los que no quieren aprender una forma de pensamiento, y así un estudiante no podría acudir a una buena escuela porque debería pensar como ellos. La analogía es similar a no poder entrar a un establecimiento si no se habla de determinada forma, o si no se tiene un color de piel, aunque sea un buen establecimiento y uno tuviese ganas de entrar.
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