lunes, noviembre 27, 2006

Si México no cesa su dependencia petrolera, ésto le pasará...

El Wall Street Journal sopesa hoy qué sucede cuando los precios del petróleo suben. No sólo se quejan los conductores de Estados Unidos, mueren los más pobres de los países más pobres del mundo. Y la llegada de Peak Oil (la transición cuando se dejará de tener crudo barato) apenas empieza...

El precio social de las alzas del petróleo

Por Chip Cummins
The Wall Street Journal

CONAKRY, Guinea—Cada dos o tres días, las enfermeras del Hospital Donka sacan a los bebés prematuros de las incubadoras. Despiertan a sus madres, colocan a los pequeños sobre las faldas de las mujeres y cubren a ambos con mantas.

Los doctores lo denominan el "método canguro": una forma de mantener calientes a los bebés y evitar que mueran durante los largos apagones que sufre esta alicaída región de África Occidental. El alza en los precios del petróleo ha obligado al gobierno a racionar el suministro eléctrico, y el hospital no se puede permitir mantener encendido su generadora de diesel.

El impacto del alza de los combustibles sobre los pobres se ha hecho patente tanto en países desarrollados como emergentes, incluyendo a Estados Unidos y muchos países de América Latina. En cambio, en países muy pobres como Guinea, donde el ingreso per cápita es de apenas US$370 al año y el petróleo representa la principal fuente de electricidad, el aumento de los precios de la energía se ha convertido en una cuestión de vida o muerte.

Precios récord

La demanda global de petróleo se ha disparado en los últimos años, elevando los precios a niveles récord. Pese una reciente bajada, un barril de crudo aún cuesta alrededor del doble de lo que costaba hace tres años.

Los países más pobres no han logrtado aliviar los efectos de las alzas. Con cada vez más frecuencia, muchos no pueden permitirse pagar el petróleo que sus ciudadanos necesitan, dando lugar a una nueva forma de inseguridad energética. La presión amenaza con socavar sus economías y agravar la inestabilidad de ciertas regiones. Además de Guinea, también Nepal, Yemen, Irak e Indonesia han sufrido violentas protestas asociadas al precio del combustible.

El impacto sobre los pobres del mundo es desigual. Aproximadamente 1.600 millones de personas, la mayoría ubicadas en zonas rurales, carecen de electricidad, y unos 2.400 millones siguen cocinando con fuego de leña, carbón o incluso estiércol. Estos pobres no son las víctimas principales del alza del petróleo: porque no compran electricidad ni combustibles fósiles, a menudo consiguen evitar sus efectos más inmediatos.

Por el contrario, los más perjudicados están un escalón por encima en la pirámide económica: una población de unos 500 millones de pobres que tratan de ascender socialmente en las ciudades del mundo en desarrollo. Los pobres urbanos tienen acceso a algunas de las ventajas básicas de la sociedad moderna como luz eléctrica, taxis, motocicletas, gas natural y hospitales. Los crecientes precios energéticos están dejando esas necesidades fuera de su alcance, revirtiendo los avances económicos obtenidos con tanto esfuerzo. El Banco Mundial recientemente calculó que la subida del petróleo ha hecho crecer un 6% el número de personas que viven en la pobreza. Algunas de las zonas más afectadas son África, Europa del Este y Asia Central.

Efectos desestabilizadores

Muchos gobiernos conceden subsidios para reducir el precio al consumidor de los combustibles. Un estudio del Banco Mundial reveló que, a medida que los precios de la energía se disparaban entre enero de 2004 y mayo de 2006, 14 países en desarrollo intervinieron los precios de al menos un producto derivado del petróleo. Esos países se unieron a otros 12 que ya controlaban los precios, incluyendo Brasil.

Esta política puede costar caro. Los cálculos preliminares sugieren que los subsidios de combustibles engullirán alrededor de US$7.000 millones del presupuesto anual de Egipto este año, un 15% del gasto total planeado.

Para los países más pobres, dejar que los precios sigan subiendo o recortar los subsidios puede salir incluso más caro, porque desaceleraría el crecimiento económico e irritaría a los ciudadanos que se han vuelto dependientes del combustible barato.

La experiencia de Guinea muestra cómo un shock energético puede desestabilizar una sociedad. Los problemas económicos del país van mucho más allá del alza en los precios del crudo. La decisión del gobierno de recortar los subsidios de gasolina en los dos últimos años ha despertado huelgas generales y disturbios que ya han cobrado al menos 11 vidas.

La violencia ha sorprendido a los diplomáticos occidentales que habían tomado a la ex colonia francesa como un estandarte de estabilidad en una de las regiones más difíciles de África.

Los 9,7 millones de habitantes de Guinea, en su mayoría musulmanes, pueblan un territorio del tamaño aproximado de Ecuador, cubierto de selvas, sabana y montañas. Guinea no produce petróleo, carbón ni gas natural, por lo que tiene importar todos los combustibles que usa. Incluso en la capital, Conakry, casi la quinta parte de los dos millones de habitantes cocina con leña. El resto usa carbón.

La central termoeléctrica de la capital está pasando apuros para seguir funcionando. Kékoura Grovogui, director de compras de la central, pagaba US$200 por tonelada de combustible en 2003. Hoy paga cerca de US$400. Las tarifas para los consumidores son fijas, y muchos no pagan la cuenta. Las pérdidas se van acumulando y Grovogui no puede permitirse llenar sus tanques de reserva. "Siempre estamos bajo presión", dice.

1 comentario:

Antonio García dijo...

Hola:

Te encontré buscando sobre el Banco Mundial.

Muy interesante la exposición.

saludos.