¿Sube o baja? |
Juan Enríquez Cabot
15 Sep. 08
A la vez que México se llena de muertitos y descabezados lo mismo ocurre en Wall Street. Ésta es semana crucial. Presenciamos hoy el entierro de Lehman Brothers, la cuarta banca de inversión más grande de Estados Unidos. En una semana el valor de sus acciones cayó 77 por ciento. Sus inversionistas perdieron más de 100 mil millones de pesos. Gigantes como Merrill Lynch y AIG, una de las aseguradoras más grandes del mundo, siguen en terapia intensiva, con pérdidas accionarias de 68 por ciento y 79 por ciento en menos de un año. A diario llegan más refugiados a la tesorería de Estados Unidos, o de cualquier país con reservas, a pedir suero en dólares, euros o lo que haya. Los sistemas financieros de gran parte del mundo están en caída libre. En Rusia las pérdidas exceden el 50 por ciento. En España las inversiones valen menos de la tercera parte de lo que valían en enero...
Estamos en periodo de extrema inestabilidad. Hará un año 100 dólares por barril de petróleo era un incremento inimaginable. En julio llegamos a 147. Hoy, pese al huracán en Houston, estamos a 102. Mañana quién sabe. Todo lo cual lleva a importante pregunta, a nivel mundial, ¿vamos a vivir un periodo de rápida inflación o deflación?
La pregunta es válida porque mientras bancos y bolsas caen, los precios suben y suben. Pagas más por gasolina, coches, escuelas, vacaciones, comida y bebida. Hay, en el gasto diario, inmensa inflación. En Estados Unidos la canasta básica (CPI) subió 5.6 por ciento en un año, incremento no visto desde 1991. Además, gobierno tras gobierno intentan evitar la completa destrucción de su sector financiero e inmobiliario a través de inmensos préstamos. Pero al emitir más deuda gubernamental diversas monedas también pierden valor.
Pero existe, a la vez, inmensa resaca. Los bienes raíces y, fuera de México, los precios de energéticos caen. Banco tras banco le apostó a que el precio de casas en las grandes ciudades, Londres, París, NY, Los Ángeles, San Francisco, nunca caerían. Esto llegó al grado que el precio de las casas excedía, en mucho, lo que podía pagar el salario promedio. Al acabarse préstamos, pues no había ingresos con los cuales mantener hipotecas. Al no poderse mantener hipotecas pues había que liquidar casas. Al liquidarse cada vez más casas, caen más rápido los precios...
Hasta ahora las principales víctimas han sido quienes menos tienen. Fueron las hipotecas para las casas más baratas las que primero tronaron. Pero esta horrenda situación se pudiera acelerar. La crisis se extiende rápidamente. Aun en minúsculo New Canaan, Connecticut, uno de los pueblos más caros de Estados Unidos, hay más de 800 casas en venta, la mayoría con valor mayor a 1.5 millones de dólares.
Los gobiernos de Europa y Estados Unidos están más que sobreendeudados. Igual las compañías. Igual los consumidores. No queda ni dinero ni liquidez ni blanquillos suficientes para comprar activos cada vez más baratos. Van a tronar muchos individuos y negocios. Va a dejar de existir una serie de instituciones financieras clave. No queda claro quién va a liquidar, cómo se van a contabilizar deudas, qué tanto más se van a inundar mercados con activos que nadie quiere. Lo que sí queda claro es que Wall Street va a llenarse, a corto plazo, de cada vez más cadáveres. Vamos a ver quiebras inimaginables.
Y por eso, aunque suben y suben precios por lo que tenemos que pagar a diario, es posible que veamos, a nivel mundial, una enorme espiral deflacionaria. Esto pudiera ocurrir porque aunque no compramos una casa nueva todos los días, esta compra es, para la mayoría, la compra más cara que hacemos en nuestra vida. Y esto significa que si el precio de las casas y edificios cae a dos tercios o la mitad de lo que valían va a haber enorme pérdida de activos y riqueza. Esto, a la vez, arrastra el valor de la segunda cosa más cara que compramos, energía. Capaz que una guerra en Medio Oriente, Asia Central o África, o una locura Chavezca, reduzca producción o suba el valor del petróleo temporalmente. Esto no es tan importante como una caída sustancial en demanda. Ya vemos menos incrementos en la producción de todo tipo de chunches, inclusive en China e India. En varios países vemos menos kilómetros manejados, volados, transitados. Si cierran negocios, si la gente no compra mucho, si baja la demanda también van a bajar los precios de energéticos, sean éstos petróleo, gas o carbón.
Mientras sube el desempleo hay poca presión para elevar salarios. Esto, combinado con una caída real en el valor del índice de bolsas, bonos y casas reduce la inflación. Algo similar ocurrió durante la gran depresión de 1929. La pregunta clave es si esto es el principio, mediados, o el fin de este terrorífico ciclo. Algunos piensan que en cinco años los precios promedio de casi cualquier cosa serán mucho más altos. Luego entonces una manera de proteger patrimonio propio sería liquidar cuentas bancarias y comprar activos. Pero otros opinan que entramos a una espiral deflacionaria, por lo cual es mala idea empezar ahorita a comprar activos como casas. No sabemos aún. Pero hay que seguir haciéndose uno esta pregunta una y otra vez.
¿Qué impacto tiene todo este huracán en las finanzas mundiales sobre nosotros, los meros mortales de Aztlán? Lo importante, frente a tremenda tormenta financiera, es que individuos, compañías y gobiernos mantengan o efectivo o acceso a crédito, tanto para financiar el día a día como para comprar activos en extraordinaria barata. Pero en este rubro, México, en general, está muy mal posicionado. La mayoría de los bancos en México son extranjeros y se están ahogando. Va a haber bien poco para prestar, más bien estos bancos van a tratar de extraer capital para desesperadas matrices.
La Bolsa Mexicana tampoco es opción. Ha sido un desastre. Defiende los intereses de unas cuantas familias. Va en picada. Hará un sexenio, el valor de todas sus acciones igualaba las de Brasil. Hoy son la tercera parte. Mientras que Brasil financió 64 compañías nuevas durante 2007, México sólo ha sacado a mercado 23 compañías en los últimos seis años. Hoy sólo cotizan 127 compañías en México mientras que en Brasil casi 400 compañías pueden financiarse a través de la Bolsa (WSJ).
Esto implica que pudiéramos contagiarnos, seriamente, de esta falta mundial de liquidez. Y si esto ocurre, las siguientes marchas -al Zócalo, a Los Pinos, al Congreso y Senado- no sólo van a demandar seguridad sino también seguridad en depósitos bancarios, en el empleo. Pero la principal demanda es, y seguirá siendo, que renuncien quienes no saben, quienes no pueden. Si no actúan juntos, a corto plazo, pues capaz que ningún partido se salva, igual que ninguno se salvó en 1810, 1910...
15 Sep. 08
A la vez que México se llena de muertitos y descabezados lo mismo ocurre en Wall Street. Ésta es semana crucial. Presenciamos hoy el entierro de Lehman Brothers, la cuarta banca de inversión más grande de Estados Unidos. En una semana el valor de sus acciones cayó 77 por ciento. Sus inversionistas perdieron más de 100 mil millones de pesos. Gigantes como Merrill Lynch y AIG, una de las aseguradoras más grandes del mundo, siguen en terapia intensiva, con pérdidas accionarias de 68 por ciento y 79 por ciento en menos de un año. A diario llegan más refugiados a la tesorería de Estados Unidos, o de cualquier país con reservas, a pedir suero en dólares, euros o lo que haya. Los sistemas financieros de gran parte del mundo están en caída libre. En Rusia las pérdidas exceden el 50 por ciento. En España las inversiones valen menos de la tercera parte de lo que valían en enero...
Estamos en periodo de extrema inestabilidad. Hará un año 100 dólares por barril de petróleo era un incremento inimaginable. En julio llegamos a 147. Hoy, pese al huracán en Houston, estamos a 102. Mañana quién sabe. Todo lo cual lleva a importante pregunta, a nivel mundial, ¿vamos a vivir un periodo de rápida inflación o deflación?
La pregunta es válida porque mientras bancos y bolsas caen, los precios suben y suben. Pagas más por gasolina, coches, escuelas, vacaciones, comida y bebida. Hay, en el gasto diario, inmensa inflación. En Estados Unidos la canasta básica (CPI) subió 5.6 por ciento en un año, incremento no visto desde 1991. Además, gobierno tras gobierno intentan evitar la completa destrucción de su sector financiero e inmobiliario a través de inmensos préstamos. Pero al emitir más deuda gubernamental diversas monedas también pierden valor.
Pero existe, a la vez, inmensa resaca. Los bienes raíces y, fuera de México, los precios de energéticos caen. Banco tras banco le apostó a que el precio de casas en las grandes ciudades, Londres, París, NY, Los Ángeles, San Francisco, nunca caerían. Esto llegó al grado que el precio de las casas excedía, en mucho, lo que podía pagar el salario promedio. Al acabarse préstamos, pues no había ingresos con los cuales mantener hipotecas. Al no poderse mantener hipotecas pues había que liquidar casas. Al liquidarse cada vez más casas, caen más rápido los precios...
Hasta ahora las principales víctimas han sido quienes menos tienen. Fueron las hipotecas para las casas más baratas las que primero tronaron. Pero esta horrenda situación se pudiera acelerar. La crisis se extiende rápidamente. Aun en minúsculo New Canaan, Connecticut, uno de los pueblos más caros de Estados Unidos, hay más de 800 casas en venta, la mayoría con valor mayor a 1.5 millones de dólares.
Los gobiernos de Europa y Estados Unidos están más que sobreendeudados. Igual las compañías. Igual los consumidores. No queda ni dinero ni liquidez ni blanquillos suficientes para comprar activos cada vez más baratos. Van a tronar muchos individuos y negocios. Va a dejar de existir una serie de instituciones financieras clave. No queda claro quién va a liquidar, cómo se van a contabilizar deudas, qué tanto más se van a inundar mercados con activos que nadie quiere. Lo que sí queda claro es que Wall Street va a llenarse, a corto plazo, de cada vez más cadáveres. Vamos a ver quiebras inimaginables.
Y por eso, aunque suben y suben precios por lo que tenemos que pagar a diario, es posible que veamos, a nivel mundial, una enorme espiral deflacionaria. Esto pudiera ocurrir porque aunque no compramos una casa nueva todos los días, esta compra es, para la mayoría, la compra más cara que hacemos en nuestra vida. Y esto significa que si el precio de las casas y edificios cae a dos tercios o la mitad de lo que valían va a haber enorme pérdida de activos y riqueza. Esto, a la vez, arrastra el valor de la segunda cosa más cara que compramos, energía. Capaz que una guerra en Medio Oriente, Asia Central o África, o una locura Chavezca, reduzca producción o suba el valor del petróleo temporalmente. Esto no es tan importante como una caída sustancial en demanda. Ya vemos menos incrementos en la producción de todo tipo de chunches, inclusive en China e India. En varios países vemos menos kilómetros manejados, volados, transitados. Si cierran negocios, si la gente no compra mucho, si baja la demanda también van a bajar los precios de energéticos, sean éstos petróleo, gas o carbón.
Mientras sube el desempleo hay poca presión para elevar salarios. Esto, combinado con una caída real en el valor del índice de bolsas, bonos y casas reduce la inflación. Algo similar ocurrió durante la gran depresión de 1929. La pregunta clave es si esto es el principio, mediados, o el fin de este terrorífico ciclo. Algunos piensan que en cinco años los precios promedio de casi cualquier cosa serán mucho más altos. Luego entonces una manera de proteger patrimonio propio sería liquidar cuentas bancarias y comprar activos. Pero otros opinan que entramos a una espiral deflacionaria, por lo cual es mala idea empezar ahorita a comprar activos como casas. No sabemos aún. Pero hay que seguir haciéndose uno esta pregunta una y otra vez.
¿Qué impacto tiene todo este huracán en las finanzas mundiales sobre nosotros, los meros mortales de Aztlán? Lo importante, frente a tremenda tormenta financiera, es que individuos, compañías y gobiernos mantengan o efectivo o acceso a crédito, tanto para financiar el día a día como para comprar activos en extraordinaria barata. Pero en este rubro, México, en general, está muy mal posicionado. La mayoría de los bancos en México son extranjeros y se están ahogando. Va a haber bien poco para prestar, más bien estos bancos van a tratar de extraer capital para desesperadas matrices.
La Bolsa Mexicana tampoco es opción. Ha sido un desastre. Defiende los intereses de unas cuantas familias. Va en picada. Hará un sexenio, el valor de todas sus acciones igualaba las de Brasil. Hoy son la tercera parte. Mientras que Brasil financió 64 compañías nuevas durante 2007, México sólo ha sacado a mercado 23 compañías en los últimos seis años. Hoy sólo cotizan 127 compañías en México mientras que en Brasil casi 400 compañías pueden financiarse a través de la Bolsa (WSJ).
Esto implica que pudiéramos contagiarnos, seriamente, de esta falta mundial de liquidez. Y si esto ocurre, las siguientes marchas -al Zócalo, a Los Pinos, al Congreso y Senado- no sólo van a demandar seguridad sino también seguridad en depósitos bancarios, en el empleo. Pero la principal demanda es, y seguirá siendo, que renuncien quienes no saben, quienes no pueden. Si no actúan juntos, a corto plazo, pues capaz que ningún partido se salva, igual que ninguno se salvó en 1810, 1910...
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