Hoy el Reforma resaltó una carta que mandó un lector, Leopoldo Mora, desde Zapopan, Jalisco. La encuentro tan bien escrita y pensada que también me atrevo a publicarla.
"Me parece parece que muchos del discurso de varios sectores y grupos ultraconservadores todavía se quiere justificar; como vienen haciendo desde hace décadas, en el alegato de que cualquier política de educación sexual, control de la natalidad, prevención de enfermedades de transmisión sexual, etcétera, tiene que ver con presiones internacionales de gobiernos extranjeros, mafias siniestras, o por "instancias internacionales que van en contra de la vida", como recientemente "aportó" el señor cardenal Juan Sandoval Iñiguez a los medios.
Además de que estas acusaciones se lanzan siempre sin aportar prueba alguna, son una manera casi infantil de querer tapar el sol con un dedo, como si la sociedad mexicana fuera incapaz por si sola de progresar y salirse del guacal medieval donde quieren dejarnos encerrados. Como si la "defensa de la vida" sólo pudiera entenderse como la satanización del sexo, esconder o proscribir cualquier medida de prevención, incluyendo información científica, como si no fuera un atentado contra la vida querer condenar a generaciones enteras al arbitrio de la ignorancia y la mala fortuna.
Que se mueran si fornican, que ardan si son maricas, que se embaracen si lo hacen fuera del matrimonio, que cuando se masturben por primera vez, como inevitablemente lo harán, crean que acaban de inventar un nuevo pecado. Lo único que pido a todos estos grupos "a favor de la vida" es que por lo menos inventen nuevos demonios y fantasmas. Have mucho que dejamos esos mitos atrás."
"Me parece parece que muchos del discurso de varios sectores y grupos ultraconservadores todavía se quiere justificar; como vienen haciendo desde hace décadas, en el alegato de que cualquier política de educación sexual, control de la natalidad, prevención de enfermedades de transmisión sexual, etcétera, tiene que ver con presiones internacionales de gobiernos extranjeros, mafias siniestras, o por "instancias internacionales que van en contra de la vida", como recientemente "aportó" el señor cardenal Juan Sandoval Iñiguez a los medios.
Además de que estas acusaciones se lanzan siempre sin aportar prueba alguna, son una manera casi infantil de querer tapar el sol con un dedo, como si la sociedad mexicana fuera incapaz por si sola de progresar y salirse del guacal medieval donde quieren dejarnos encerrados. Como si la "defensa de la vida" sólo pudiera entenderse como la satanización del sexo, esconder o proscribir cualquier medida de prevención, incluyendo información científica, como si no fuera un atentado contra la vida querer condenar a generaciones enteras al arbitrio de la ignorancia y la mala fortuna.
Que se mueran si fornican, que ardan si son maricas, que se embaracen si lo hacen fuera del matrimonio, que cuando se masturben por primera vez, como inevitablemente lo harán, crean que acaban de inventar un nuevo pecado. Lo único que pido a todos estos grupos "a favor de la vida" es que por lo menos inventen nuevos demonios y fantasmas. Have mucho que dejamos esos mitos atrás."
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