domingo, marzo 15, 2009

La derechización del PAN

Poco a poco el PAN se hace más y más a la derecha. El ProIgualdad, el Programa de Igualdad entre Mujeres y Hombres, redactado por el Instituto Nacional de las Mujeres, cubre muchos grupos de población vulnerables, como mujeres indígenas y discapacitadas, pero el problema de discriminación (al empleo, al acceso a la salud...) a mujeres homosexuales en México no existe. Ni las nombras. Como dice Michel Foucault, quien nombra manda, y al no nombrarlas sencillamente el gobierno de Calderón no considera pertinentes políticas de no discriminación hacia ellas. Que decir del ataque de la PGR a la legalizacion del aborto en la Ciudad de México o de la transformación del presidente Calderón en jefe de un estado laico a la de monaguillo en el encuentro de familias organizado por la jerarquía católica en enero. Que decir del impulso del PAN al voto en varios congresos estatales a reformar sus constituciones para prohibir todo tipo de aborto legal, aunque sea por violación o riesgo a la vida de la madre, como acaba de suceder en Puebla. Hugo Vargas profundiza más en este deslizamiento del PAN, de un partido que se auto considera de centro, a uno que cada día se posiciona más en la ultraderecha. Copio de su artículo de hoy en el suplemento Enfoque del Reforma:

La derechización del PAN


La campaña del 2006 fue un momento climático que movilizó a la derecha. Con esta hipótesis, el autor se suma al debate iniciado por Enfoque en torno a la derecha en el PAN.


Hugo Vargas


(15 marzo 2009).- No es sólo el silencio ante los desplantes del gobernador de Jalisco o ante los avances legislativos del gobierno de Guanajuato; tampoco ante las donaciones en efectivo y en especie a la Iglesia Católica; ni las genuflexiones de Fox y Calderón ante los obispos de su parroquia, ni las acciones concertadas contra las iniciativas legales en el Distrito Federal... sucede que Acción Nacional se ha ido deslizando hacia la ultraderecha.

La mejor prueba de ello es la encuesta publicada por Reforma el 10 de junio de 2007, levantada entre los delegados a la 20 Asamblea Nacional realizada en León, Guanajuato, cuyos resultados echan por tierra las evasivas de los miembros de la cúpula panista que, cuando se les pregunta acerca de la ubicación política del partido, bordan complicadas e hilarantes elaboraciones teórico históricas y llegan a ubicar al PAN ¡en la izquierda!

Es verdad que durante una buena parte del siglo pasado la lucha por las libertades políticas opacó la tensión izquierda-derecha, pues el PAN también participaba de aquellos reclamos y el PRI contribuía tomando algunas de las exigencias de los dos bandos. Pero una vez que los derechos políticos han sido más o menos conquistados, Acción Nacional se ha opuesto consistentemente a los derechos sociales.

¿A qué se debe esta radicalización de Acción Nacional?

Por supuesto, a la propia dinámica interna y a la influencia de los grupos extremistas que ingresaron a partir de la década de los setenta, y que desde la campaña de Manuel J. Clouthier establecieron un nuevo estilo de hacer política en el partido.

Pero recientemente influyó el intento de desafuero contra Andrés Manuel López Obrador, en 2004. El ambiente creado por el debate en torno a este asunto fue tensando poco a poco a la sociedad mexicana. En ese momento Acción Nacional ya era dirigido con firmeza por la ultraderecha: Luis Felipe Bravo Mena, quien relevó a Felipe Calderón en la dirigencia en 1999 y fue reelecto en 2002 con Manuel Espino como secretario general. Bravo Mena proviene de los círculos más radicales del Bajío y, junto con Ramón Muñoz y Ramón Martín Huerta, tenían un amplio margen de maniobra y fortalecieron a su corriente.

Cuando se inició propiamente la campaña electoral, con Espino ya como dirigente del PAN, Acción Nacional utilizó al máximo las carencias de la ley electoral o la violó abiertamente; recibió apoyos ilegales de las cúpulas empresariales, los grandes medios y la Iglesia. Ya se ha dicho: la campaña de 2006 "polarizó" a la sociedad mexicana.

Después vino otro factor decisivo que contribuyó a la radicalización del PAN y a la reagrupación de toda la derecha: las iniciativas legales de la Asamblea del Distrito Federal sobre las sociedades de convivencia y el aborto.

La ley que permitía el aborto fue un proyectil contra la línea de flotación; la derecha puso todas sus fuerzas en tensión y se movilizó al máximo: el PAN, el gobierno y la Iglesia; Provida y la Ancifem; los grupos fantasmas de siempre (¡ya te vi, Velasco Arzac!), con spots en radio y televisión, inserciones en la prensa, volantes y espectaculares, advertencias y profecías escatológicas... Y, en primera línea, Felipe Calderón. Durante ese debate vimos a la derecha mexicana en un momento cumbre, que tal vez no se haya repetido desde el conflicto con Plutarco Elías Calles. Histérica y amenazante, sólo se oía a sí misma.

Lo peor vino después, cuando la Presidencia, mediante una de sus oficinas (la PGR) y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, interpuso un recurso de inconstitucionalidad contra la ley sobre el aborto aprobada en la Asamblea del Distrito Federal. El poder todo -el gubernamental y el ciudadano- fue articulado para detener una ley que ofendía los principios religiosos y morales del partido en el poder. Algo parecido a la teocracia.

Además, la Secretaría de Gobernación no sólo desechó la posibilidad de que Norberto Rivera y su vocero hubieran violado la Constitución durante el debate de la ley sobre el aborto, sino que consideró limitados los derechos de los religiosos para externar sus opiniones. La jerarquía eclesiástica, poco tiempo después, actuó en consecuencia. Con la asesoría y el apoyo del senador panista Federico Döring y de una agrupación de abogados católicos se presentó el proyecto de ley que permitiría los derechos políticos plenos para el clero.

Pero no hay que llamarse a sorpresa. En la derecha permanece la vieja concepción, la pulsión que dio origen al PAN: crear, como bien ha dicho Rafael Segovia, un sistema político decimonónico, una Iglesia vigilante, garante de la moral, y que ayude a mantener a las clases populares domadas y "sin dientes" (aquí embonan la lógica corporativa del conservadurismo y el asco neoliberal a los sindicatos); sustituir la obligación estatal por un patronato clasista (limosnas y evasión fiscal), y una educación misoneísta limitada a la aritmética y el español reducido al "gracias, señor".


El autor es jefe de redacción de la Revista Este País. En 1997 publicó Cuando la derecha nos alcance, editorial Pangea.



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