Ayer fui a la feria del libro que se instaló en la banqueta sur del Paseo de la Reforma, entre la Diana y el Angel, en la Ciudad de México. Fuí a la caída de la tarde, con una deliciosa temperatura me dispuse a ver las novedades y a sentir alegría... No recuerdo haber visto una feria así en el Paseo, donde la gente paseara, comprara libros y luego pudiera sentarse a tomar un café, sientiendo la brisa vespertina. Se sentía la libertad. Pocas veces he tenido esa sensación de orgullo cívico, despreocupación y alegría.
Los libros en la acera dejándose querer, pero no cualquier acera, sino la del Paseo, en una hermosa tarde/noche de diciembre.
Los libros han sido siempre odiados por todas las dictaduras posibles: la iglesia católica en Alejandría y en Mesoamérica, los nazis, el Khmer Rouge, la teocracia iraní... La historia del miedo a los libros podría ser la historia de nuestra propia esclavitud, una que poco a poco, a veces milagrosamente, es posible sentir que se está iendo.
Los libros deben estar felices de ser libres también...
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