Ayer fuí con un amigo a ver la llegada de la antorcha olímpica al Zocalo de la Ciudad de México. Varias cosas me llamaban la atención:
- el maestro de ceremonias hablaba cada vez que el Comité 1968 lanzaba lemas contra Echeverría o gritaba que el 2 de Octubre no se olvida.
- La presencia abrumadora de las marcas patrocinadoras - ya no les daré más publicidad - en la ceremonia. Increíble, hasta su directivos en México dieron discursos cuasi "oficiales" junto con Andrés Manuel López Obrador. La comercialización de los juegos ha sido un arma de doble filo...
Pero a pesar de ello la plaza estaba casi llena con gente de todas las edades, unida por la emoción de vivir un momento histórico. Vale recordar que el fuego que está en la antorcha se originó a partir del calor concentrado por un cristal en una ceremonia realizada en Olimpia, Grecia, el pasado Marzo, bajo los ritos dedicados al dios Apolo.
Uno de los símbolos de Apolo - y que se recuerda en Troya, la película de este año - es un aguila comiéndose una serpiente... creo que nadie se daba cuenta de la sincronicidad mágica del momento de ayer, en que la antorcha pasó debajo de la gran bandera que hondeaba en el Zocalo de la Ciudad de México.
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