"En el año 2000, el Partido Acción Nacional, de inspiración católica, llegó a la Presidencia de la República. El Estado secular, heredero de aquel viejo conflicto, no parece haber sufrido grandes descalabros, a pesar del clericalismo de un Abascal o del ritualismo de Vicente Fox. La tradición del laicismo se preserva no por los golpes de pecho de los partidos de oposición sino porque la sociedad la preserva. El grave error del panismo, que confunde la libertad religiosa con la supresión de los límites que diferencian al Estado de la Iglesia, no causa mayor mella. Hay incluso cierto patetismo en las faltas constitucionales del Presidente y los arrebatos de su secretario de Gobernación.
¿Cómo explicar este cambio sino como un giro de la sociedad en su conjunto? Tal vez nos encontramos frente al umbral de una sociedad postsecular. Ahí donde la separación entre el Estado y la Iglesia se ha convertido simplemente en una diferenciación, en una relación de subalteridad.
El Estado no ve en la Iglesia a un enemigo, y viceversa, la Iglesia no ve en el Estado a un enemigo.
Claro, falta un largo trecho. Y ese trecho está mediado por el proceso cada día más urgente de una renovación y una actualización de la propia Iglesia, cuyas prácticas esenciales siguen siendo las mismas que la distinguieron en los años y las décadas del régimen autoritario."
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