jueves, octubre 21, 2004

¿Es la Iglesia Católica una organización criminal?

Un Cardenal usa lenguaje de odio y compara a los gays con cucarachas, el Papa dice que el uso del condón es algo contra Dios - y seguramente apoya que la gente se enferme de SIDA, y claro, todos sabemos que para la Iglesia Dios es masculino, por eso, claro, los sacerdotes son hombres... bueno, ahora viene lo peor: la Iglesia Católica de forma institucional apoya, solapa, encubre el abuso sexual infantil realizado por sus consagrados.

Ayer se presentó en la Ciudad de México un libro muy necesario, En el nombre del padre. Depredadores sexuales en la Iglesia, del periodista Carlos Fazio y publicado por Editorial Océano. Por fin lo podrido es puesto a la luz del sol y por fin hay oportunidad de haya sanación.La Jornada cuenta:

"Ante el abuso sexual de sacerdotes en perjuicio de niños y mujeres, los altos jerarcas de la Iglesia católica han optado por el silencio y el encubrimiento. En el nombre de Dios, se han puesto del lado de los victimarios, ignorando el sufrimiento y los derechos de las víctimas.

Describe, entre otros casos, la violación masiva de monjas en Africa [por sacerdotes]; el hostigamiento sexual del ex nuncio Girolamo Prigione contra misioneras de la congregación Hijas de la Purísima Virgen María; la pederastia del cura estadunidense John J. Geogham; y dedica la mitad del libro al caso de Marcial Maciel, acusado de prácticas pedófilas contra seminaristas de la orden llamada Legión de Cristo.

Uno de los presentadores del libro de Fazio -la noche del martes en Casa Lamm- fue el catedrático del ITAM y ex legionario de Cristo José Barba, quien habló del doloroso proceso personal que lo llevó del silencio, el miedo y la culpa a la denuncia pública de los abusos en su persona.

Lamentó que lejos de ocuparse del tema y ''apoyar el saneamiento de las almas" tanto de las víctimas como de los victimarios, el Vaticano prefiere ''dejar todo en manos de Dios". Y si las víctimas o sus familiares rebasan el ámbito de la Iglesia, sobreviene la descalificación, la calumnia, el chantaje: ''se nos ha denigrado, se nos ha dicho que guardemos silencio por razón de interés económico".

Preguntó Barba: ''¿Qué ha sucedido en la Iglesia católica que calla, que encubre para que no se sepa nada y se siga victimizando a los más débiles de la sociedad?" Para explicar el deterioro moral a que llegó una institución como la Legión de Cristo, fundada presuntamente con fines nobles, Barba sostuvo que fue una institución que se acercó con propósitos redentores al mundo del dinero, pero ''terminó contaminada por la influencia del dinero y por la influencia de los apellidos".

Alberto Athié, ex sacerdote que entró en crisis de conciencia y renunció a su ministerio cuando empezó a conocer los casos de los legionarios de Cristo, elogio el trabajo documental de Fazio.Contó que antes de hablar públicamente de los hechos, quiso abordar el tema dentro de la institución: ''Dije: voy a luchar adentro de mi iglesia para que dentro de mi iglesia se haga justicia". Nunca recibió respuesta a sus peticiones, hechas inclusive por escrito. También hizo preguntas: ''¿Cómo es posible que hayamos llegado a esta clase de comportamiento institucional? ¿Cómo entender?" Para comprender el prolongado silencio de la víctimas y la respuesta de la Iglesia en distintos niveles jerárquicos, Athié consideró de suma importancia un documento secreto del Vaticano revelado en el libro de Carlos Fazio: Instrucción sobre la manera de proceder en los casos de delito de solicitación, cuyo propósito es ''salvaguardar no el derecho de la víctima, sino el prestigio de la institución y sus ministros".

También participaron el sicoanalista Alberto Sladogna y Arturo Jurado, ex legionario de Cristo, quien se presentó como otra ''víctima de abuso sexual del padre Marcial Maciel''. "

Creo que es hora de ver a la Iglesia Católica como una entidad muy enferma, incongruente y basicamente, inhumana. Pregunta -sin intención de herir a los ciegos -: ¿puede un ciego guiar a otro ciego? No, a menos que puede sanar y aprender a ver de nuevo, pero ese reconocimiento no vendrá de lo alto, de la jerarquía, no vendrá de los consagrados. Vendrá como en tiempos de Jesús, de la gente normal y corriente, de la gente sencilla que vive vidas humanas comunes. Es esa gente la que hace las revoluciones. Y antes de que las revoluciones lleguen a los palacios se rumoran en las calles. Vayan a las calles, y verán cómo ahí la gente - y especialmente los jóvenes - está construyendo nuevas formas religiosas, y como no pierden la esperanza. Lástima que los "consagrados" crean que aún son pastores, cuando solo han seguido a la gente desde hace siglos, y así seguirá siendo.

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