Elfriede Jelinek fue designada por el comité Nobel como ganadora del premio de este año, escritora austriaca singular, poco traducida y repudiada por el establishment de su misma nación. Una outcast ganó, una pionera que habla por los que no puede hablar en Austria, una mujer valiente. La puede ubicar quizá por ser la autora de La Pianista, novela llevada al cine en el 2001. A continuación muestro algunos fragmentos de un artículo suyo publicado en 1995, La Supresión de la Identidad Ajena.
"En las últimas elecciones municipales celebradas en Viena, un partido que se ha convertido en un auténtico movimiento derrotó a los otros (y esos otros son también los extranjeros). El antaño partido liberal consiguió triplicar sus votos... sus voces, son voces que también se oirán en el extranjero porque ya no se les puede ignorar. Las cárceles están atestadas de extranjeros con orden de expulsión. En ellas hay - en condiciones a veces más lamentables que las de los peores criminales - solicitantes de asilo y exiliados, incluso gente que no cumplió con el plazo previsto para solicitar la prolongación de su permiso de residencia o el de sus familiares. Aquí ya no entra nadie que no sea como nosotros... aguanto atemorizada la próxima campaña... Nosotros y sólo nosotros: tan cercanos y, sin embargo, tan inasibles porque nos basamos en la nada, en el aniquilamiento del otro. Nos revolcamos en el polvo de nuestra música folclórica, de nuestros conjuros mozartianos y de nuestros caballos blancos expertos en bailar valses. Nuestra identidad se basa en la supresión de la identidad ajena. Y cuando hurgamos en busca de ella, cuando rebuscamos en el armario de nuestras queridad exquisiteces, nuestra Sachertorte, la nata montada, el Apfelstrudel, sólo encontramos... nada, porque esas cosas tan bonitas, mediante las cuales procuramos distinguirnos de los otros, quedan en ese mismo instante suprimidas. Se reducen a nada, puesto que los otros han dejado de existir por nuestra culpa: "de la nada a la nada, entre Nada y Nada".
Si pueden busquenlo en el Reforma de ayer, en el suplemento cultural. Gran texto que me recuerda también al patético patriotismo mexicano que se reduce a mitos geniales como el pensar en terminos binarios todo: Díaz malo, Juárez bueno, Salinas malo, AMLO bueno... una historia así solo es una historia para un país de idiotas la verdad. Ojalá pudieramos ir más allá de los clichés y tratar de ver que el mundo no está pintado en blanco y negro, sino a colores. De lo coontrario pronto seremos presas de nuestras identidades. La ultraderecha se cubrirá en el manto sagrado de la religión y la ultraizquierda de los mantos sagrados de la clase social y la etnicidad, como empieza a pasar. Como dice Jelinek, yo también ya temo la próxima campaña...
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