Hoy publica El País un muy interesante perfil de ex cardenal de Milán, Carlo María Martini, quizá unas de las últimas voces interesantes en la iglesia católica. Creo la parte más sustancial del artículo es esta, y refleja mucho de lo que la iglesia ha perdido, ahogada en un mar de auto complacencia y vanidad. Copio:
"...Nada de esto le distinguió de los demás obispos. Fueron otras iniciativas las que dieron pie al mito Martini. La primera, leer el Evangelio a los jóvenes y dar espacio al silencio y a la meditación en sus vidas. La Escuela de la Palabra, como se denominó a estos encuentros mensuales, se revelaría todo un éxito. El Duomo registra llenos espectaculares en cada cita. Miles de jóvenes se reúnen ante el altar para escuchar los textos sagrados y meditar un rato sobre la propia vida.
En medio del frenesí diario de Milán -junto a Turín, motor económico de Italia-, Martini predica silencio y pausa. El segundo gran acierto del cardenal (Wojtyla le concede la birreta en 1983) llega en 1987. Y será bautizado como la cátedra de los no creyentes. Encuentros esporádicos con intelectuales laicos para debatir sobre las razones de la duda, de la fe, o de la falta de fe. Una frase del libro de Ratzinger Introducción al cristianismo, en la que reflexiona sobre el "no creyente que hay en todo creyente", le da la idea. El cardenal se inspira también en la sentencia del filósofo Norberto Bobbio: "Lo importante no es creer o no creer, sino pensar o no pensar".
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