¿Qué tiene de bueno ser católico a inicios del siglo XXI? Poco, casi nada. Es formar parte de una institución anti democrática, autoritaria, patriarcal, misógina, homofoba, y hasta hace muy poco anti semita y respaldo de dictadores, como Franco y Pinochet. Pero una de las pocas razones que me hacen aún ser católico ocurren hoy, día de Pentecostés, por una sencilla razón: este día nos recuerda que todos y todas, ricos y pobres, viejos y jóvenes, somos iguales ante Dios, y a todos y todas se envía su mensaje de amor. Esa es la igualdad que se recuerda en el Concilio Vaticano II que existe entre todos los miembros de la iglesia, el Papa no es superior ni al más humilde barrendero de una parroquia de pueblo, pero muchas veces eso se olvida...
Otras de la razones que me atraen de la iglesia son algunos de sus tradiciones, pero no como el machismo y el miedo al pensamiento crítico libre. No, una de ellas es el rescate que hicieron algunos de sus miembros - y aún se hace en algunos espacios - de los tesoros culturales del pasado. Thomas Cahill hace la crónica, en su libro De cómo los irlandeses salvaron a la civilización, de uno de esos momentos cumbres explicando como los monjes irlandes, después de la caída del imperio romano y durante la Edad Media, resguardan algunos de los textos más preciados de Occidente, lejos de la intolerancia romana.
"Ese es el libro introductorio de la serie, que busca una nueva forma de representar la historia. El momento en el que los irlandeses comenzaron a copiar todos esos textos antiguos, Roma se estaba derrumbando y con ello la letra misma, pues los bárbaros pensaban que los libros solo servían para prender las hogueras. Y las otras personas que sí sabían leer y escribir estaban huyendo y pensando en sobrevivir. De manera que casi nadie estaba concentrado en salvar esos libros. Y en el borde el mundo, aparece San Patricio que, sin proponérselo, salva esa memoria intelectual. Él regresa a Irlanda, como misionero. Y al llevar el evangelio, en el fondo lo que estaba rescatando nuevamente era la lectura y la escritura, y termina, de paso, salvando obras que hoy el mundo occidental disfruta."
La iglesia católica aún administra muchos museos, bibliotecas, y como en este vídeo de una comunidad monacal tradicionalista en una alejada isla británica, aún resguarda formas de vida olvidadas que quizá en el futuro nos ayuden a vivir en un mundo sin petróleo.
Como todo fenómeno humano, la iglesia católica es una mezcla de maldad y bondad, a veces más de la primera. Pero en Pentecostés, me doy un respiro para pensar más en lo segundo.
Otras de la razones que me atraen de la iglesia son algunos de sus tradiciones, pero no como el machismo y el miedo al pensamiento crítico libre. No, una de ellas es el rescate que hicieron algunos de sus miembros - y aún se hace en algunos espacios - de los tesoros culturales del pasado. Thomas Cahill hace la crónica, en su libro De cómo los irlandeses salvaron a la civilización, de uno de esos momentos cumbres explicando como los monjes irlandes, después de la caída del imperio romano y durante la Edad Media, resguardan algunos de los textos más preciados de Occidente, lejos de la intolerancia romana.
"Ese es el libro introductorio de la serie, que busca una nueva forma de representar la historia. El momento en el que los irlandeses comenzaron a copiar todos esos textos antiguos, Roma se estaba derrumbando y con ello la letra misma, pues los bárbaros pensaban que los libros solo servían para prender las hogueras. Y las otras personas que sí sabían leer y escribir estaban huyendo y pensando en sobrevivir. De manera que casi nadie estaba concentrado en salvar esos libros. Y en el borde el mundo, aparece San Patricio que, sin proponérselo, salva esa memoria intelectual. Él regresa a Irlanda, como misionero. Y al llevar el evangelio, en el fondo lo que estaba rescatando nuevamente era la lectura y la escritura, y termina, de paso, salvando obras que hoy el mundo occidental disfruta."
La iglesia católica aún administra muchos museos, bibliotecas, y como en este vídeo de una comunidad monacal tradicionalista en una alejada isla británica, aún resguarda formas de vida olvidadas que quizá en el futuro nos ayuden a vivir en un mundo sin petróleo.
Como todo fenómeno humano, la iglesia católica es una mezcla de maldad y bondad, a veces más de la primera. Pero en Pentecostés, me doy un respiro para pensar más en lo segundo.
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