Algunos creeran que soy una contradicción, porque soy liberal, es decir amo el cambio, pero también amo las tradiciones, lo que me haría un conservador, pero no es tan simple. Para ser liberal hay que tener raíces, ya que si no todo y nada sería lo mismo. Gracias a saber pintar de forma clásica Picasso inventó el cubismo y Dalí su estilo surrealista. Gracias a saber mitología griega Nietzsche supo reintrepetarla. Y una de las raíces del polifacético mundo deportivo actual se llama Wimbledon, una hermosa zona al sur de Londres, quizá la cuna del tennis moderno (aunque ya se jugaba en Francia antes una versión más rudimentaria, el jeu de paumme). Y en Wimbledon el tennis se juega sobre rigurosamente cortado cesped, y a diferencia de otros torneos, aquí la publicidad no tapiza la vista.
Copio de un anuncio de Rolex (la relojera suiza patrocina claro un evento que simboliza su brand: tradición) que hace poco encontré en Time:
La grandeza de Wimbledon no ha cambiado desde 1877. Ni su reverencia. La tradición, uno de los pilares que definen a Wimbledon, permanece fuerte. Desde la vestimenta formal en un blanco completo a la gracia del juego...
Suzanne Lenglen, the first Women's singles winner
Es interesante notar que es una tradición abierta: las mujeres pudieron en 1884 jugar tennis en Wimbledon antes que votar en Inglaterra. Y mañana empieza Wimbledon 2008, y parece que ya se vislumbran cambios (algo que las tradiciones permiten en sus rituales) dice el NYT:
WIMBLEDON, England — The outside courts were bustling here Saturday with rank-and-file players pairing off to practice, their shuffling feet making little noise on the still-pristine grass below. But courtside, as the coaches and the agents looked on in the June gloom, the chatter turned to the favorite for the men’s title.
For the last four years, little brain power has been required to decide who deserved that honor. Roger Federer has ruled Wimbledon the way Bjorn Borg and Pete Sampras did before him, and has now won five times in a row on the lawns of the All England Club.
But this year, for a change, there is a genuine debate under way.
Rafael Nadal overwhelmed Federer in the French Open final, taking his clay-court domination to a higher plane, and kept right on competing. He caught the high-speed train across the English Channel the day after holding up the trophy in Paris and went on to win the prestigious grass-court tuneup at Queen’s Club, beating Novak Djokovic in the final.
“Nadal was just a wrecking ball over there,” said Brad Gilbert, one of the world’s most respected coaches. “His movement was unbelievable, and he was serving so well. And his competitiveness was extraordinary. I watched the whole final, and it was one of the best tennis matches I’ve ever watched. Those guys were absolutely bone-crushing the ball.”
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