Mientras tanto, también hoy, Raymundo Riva Palacio analiza en El Universal como ha sido el corrimiento de Calderón hacia la izquierda, y como ello desestabiliza al PRD y al PRI al no saber como reaccionar. Vivimos tiempos interesantes sin duda. Copio de El Universal:
Estrictamente Personal
Raymundo Riva Palacio
15 de agosto de 2007
Relativamente fácil, el presidente Felipe Calderón está rebasando al PRD y al PRI por la izquierda. No se han terminado de dar cuenta, en buena parte porque mantienen categorías de análisis anacrónicas que no han renovado para ubicarlas en la geometría política del mundo actual, donde los partidos de izquierda han ajustado sus corrimientos ideológicos en el renacimiento de las ideas sobre los modelos. Calderón, de mente conservadora, ha ocupado la centro-izquierda y los está llevando a revolcarse en sus propias contradicciones. Si es políticamente incorrecto señalar que Calderón ha estado impulsando políticas de izquierda, es políticamente ingenuo enfrentarlo sólo con la retórica, como lo han hecho hasta ahora.
Los lugares comunes que le arroja la oposición en la cara no lo han minado. En la última encuesta sobre aprobación presidencial realizada de EL UNIVERSAL-Ipsos Bimsa, Calderón obtuvo 64% de respaldo de los mexicanos, que aunque es cuatro puntos menos que en el primer trimestre como probable consecuencia del declive en la percepción sobre el resultado del combate al narco, es todavía superior en seis puntos porcentuales a como se le midió en enero. Calderón no tiene el bono que se le entregó a Vicente Fox, pero tuvo un mejor resultado en el primer semestre que su antecesor, que tuvo una aprobación de 61.6%.
La trivialización ha jugado las contras de los opositores de Calderón. Decirle “pelele”, “espurio” o “ilegítimo” puede sonar bien para un segmento del electorado, e inclusive para quienes son beligerantes de naturaleza, pero le está causando poca mella. Al desgaste del discurso de oposición radical se le suma el físico de los seguidores más extremos del candidato perdedor, Andrés Manuel López Obrador, cuyas protestas en los actos presidenciales están cada vez más menguadas, y su cabeza motora, la de Gerardo Fernández Noroña, cada vez se acerca más a personaje de opereta cómica. En la falta de imaginación avanza Calderón, quien ha mostrado más capacidad para caminar pragmáticamente y arrebatarle banderas a la izquierda.
Desde que Calderón dijo en la campaña que rebasaría al PRD por la izquierda, la respuesta de la oposición fue ridiculizarlo. Pero pensar que Calderón es Fox, o actuar como si realmente lo pensaran, ha sido una táctica fallida. Calderón está engañando con la verdad. Lo tacharon de pertenecer a El Yunque, organización paraguas de extrema derecha dentro del PAN, cuando en realidad los combatió, les quitó la candidatura presidencial y les arrebató el control del consejo político del partido. Hizo a un lado a su presidente y cabeza de ese grupo, Manuel Espino, y los acotó en el gobierno al colocar como secretario de Gobernación a Francisco Ramírez Acuña, quien se había enfrentado a ellos en Jalisco.
La generalización ramplona no les ha dejado ver los corrimientos ideológicos de Calderón, ni los errores propios. Si se analiza el posicionamiento ideológico que tuvieron los principales candidatos a la Presidencia el año pasado, se puede argumentar que una de las fallas de Roberto Madrazo y del PRI fue presentarse como los representantes del “centro”. En una sociedad polarizada, evaluaron que el punto medio era lo que les iba a granjear votos. Pero no leyeron ni lo que sucedía en el mundo ni lo que pasaba en México: cuando la política está polarizada, lo único irrelevante es el “centro”. López Obrador jaló a su electorado a la extrema izquierda constitucional, descuidando las alianzas tácticas imprescindibles para la victoria, bajo la premisa moral —curiosamente, herramienta de la derecha— de que como el PRI y el PAN eran “malos”, la gente votaría por el “bueno”—es decir, él. El vacío del centro-izquierda fue ocupado por Calderón que, como a los niños, les robó la agenda.
Como presidente electo, planteó como uno de sus ejes de gobierno la lucha contra los monopolios, que no ha avanzado en parte por una falta de apoyo de la oposición en el Congreso, con lo cual han favorecido la concentración económica. El único monopolio ampliamente cuestionado es el del sindicato de maestros, aunque no por el daño sobre la educación, sino por su lideresa, Elba Esther Gordillo, a quien le pasan facturas políticas y electorales, no educativas. Calderón arrancó rápidamente su administración con visitas a las zonas más marginadas del país, apoyos económicos a las clases más marginadas y un discurso apelando a los desplazados. Aunque es muy pronto para contrastar promesas con resultados, Calderón ha ido ganando los espacios a través de políticas populares, populistas y sociales al PRD y al PRI, que siguen atorados en el 2 de julio.
Inició un cúmulo de programas sociales, sin desmantelar ninguno. Algunos son muy clientelares como el subsidio a todos los mayores de 70 años que vivan en poblaciones de un máximo de 2 mil 500 personas —que representan 25% de los mexicanos—, y la inyección de recursos directos en los 100 municipios más pobres, ampliado viejos programas, como Oportunidades, Energético y Pro Árbol, que es un subsidio para quien cultive árboles. Ha creado más de 3 mil guarderías y extendido el seguro popular, cubriendo en su totalidad a algunos estados. La reforma fiscal, que se llama oficialmente “Reforma hacendaria por los que menos tienen”, es un ejemplo. El sector más afectado es el privado, lo cual sugiere que quizás esta reforma finalmente le está pegando a los ricos. Pero poco ha hecho la oposición, que inmersos en la dinámica de la oposición por oposición se han olvidado de ser una oposición inteligente y arrebatarle la bandera de izquierda que no le pertenece. El PRD y el PRI están viendo los árboles sin descubrir el bosque. El último capítulo de la conquista de banderas es la política exterior. A diferencia de otros presidentes en sus primeros pasos por el mundo, Calderón no fue en busca del presidente de Estados Unidos, sino volteó a los gobiernos socialdemócratas de Alemania, España y el Reino Unido. Recibió al presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, a quien algunos sectores del PRD lo declararon “non grato”, mientras otros le ofrecieron disculpas, y a la presidenta chilena, Michelle Bachelet, a quien también menospreciaron. Pero vino el presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, y contra los gritos del PRI y del PRD recomendó la apertura en Pemex. Y también el presidente argentino, Néstor Kirchner, que ofreció todo su apoyo político en América del Sur. Y terminó con el reacercamiento al venezolano Hugo Chávez y el retorno a las relaciones diplomáticas plenas.
No hay una reconversión ideológica de Calderón, pero ha jugado más inteligentemente que sus adversarios. Con una agenda pragmática y reflejos ágiles cuando tiene que reajustar el rumbo, ha ido rebasando a la izquierda por la izquierda, mientras sus opositores no están haciendo nada eficaz por evitarlo.
rriva@eluniversal.com.mx
r_rivapalacio@yahoo.com
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