¿Qué significa este momento histórico, a inicios del siglo XXI? Significa una era de cambio brutal, que más allá de las transformaciones tecnológicas y políticas, es un cambio cultural sin precedentes. En 2005 escuchamos temas que jamás hubieramos soñado platicar en una charla de café hace tan sólo 20 años: clonación de células madres, matrimonio gay, el poder de China, una Europa unida del Atlántico a los Urales, teléfonos mobiles para las masas (con todo y cámaras), internet, robots paseando en Marte, una competida democracia en México, elecciones en varios países árabes ... solo por decir algunos.
Detrás de muchos de éstos fenómenos hay una gran tendencia social: la emergencia del individuo. O lo que llama el filósofo francés Michel Onfray, el arribo de un "hedodismo filosófico".
Comenta hoy en Reforma:
"... Esta época tiene cierta similitud con la que se vivió entre los siglos segundo y tercero de nuestra era. Era el fin de una civilización, la de Imperio Romano, y el arribo de una nueva, el imperio cristiano. La situación de trance creó un fenómeno de angustia y nosotros estamos pasando ahora por ello... ". E identifica un paradigma que cada vez más personas comparten en todo el mundo: "...el hedonismo significa que el bien soberano - personal colectivo - debe ser el placer, la felicidad. El placer de existir. Jeremy Benthan, en el siglo XIX, dice que el hedonismo en política es hacer que la felicidad llegue a un número cada vez mayor de individuos. Yo lo creo, hay que obtener la sinergia necesaria que permita fabricar el placer de existir. Identificar que el sentido de la existencia no sólo es trabajar, sufrir, ser explotado, dominado, esclavo del dinero, del poder y de la riqueza. En la existencia hay otra cosa, la posibilidad de poder realizarse y vivir gozosamente.
Propongo una moral postcristiana que nos diga que el trabajo no es forzosamente una virtud, que es una obligación, pero no una virtud. Que la familia no es una obligación. Que el dolor nunca es bueno y defendible. No hay razón para sufrir y hacer sufrir o para explotar al mundo. A esto se parece el hedonismo que propongo..."
Y muchos, aún sin conocer ese nombre, creen el él en todo el planeta. Es la búsqueda del Yo Profundo, del que hablan también muchas religiones. Es el Yo que se conoce a sí mismo de Aristóteles y el que se libera de las trampas de los Orcones en el universo gnóstico, pero también es el Yo que deja de tener sed al tomar la conciencia de sí en el cristianismo no dogmático de Jesús. Esa toma de conciencia es un despertar, un renacer. Jesús dijo una vez: "De cierto te digo, el que no naciere de arriba [de nuevo] no puede ver el Reino de Dios. Y para llegar a nacer de nuevo hay que disolver lo que impide que lleguemos a nuestro Yo Profundo: nuestro ego, el ego que busca sobrevivir usando nuestro miedo. Y al disolver el ego y llegar a nuestro Yo Profundo que guarda la antigua chispa de nuestro origen, conectamos con lo que muchos llaman Dios. No son necesarios más sacrificios, ni más sangre ni tabernaculos, sino la profunda voluntad de liberarse de la ilusión que los engaños del ego nos producen para mantenernos dormidos. El mismo Juan Pablo II, antes de ser Papa, en 1961, escribió sobre ello:
"But if there be truth in me, it should explode. I cannot reject it; I would be rejecting myself."
Y mucho antes que él, Platón escribió sobre ello en su diálogo sobre la santidad. Afirma que lo que aman los dioses es la santidad, lo que es amable a sus ojos y también que todo lo que es santo es justo. Y en un momento habla del ego: "El miedo es siempre compañero de la vergüenza... la santidad es la ciencia de dar..." Pero sin miedo y sin vergüenza, es decir, sin el ego pisando al Yo Profundo, es decir al amor. Porque de la esperanza, la fe y el amor, la mayor es el amor (1 Corintios 13-13)
Todo este rodeo filosófico/teológico puede darle una interesante visión a este texto de ayer de Andrew Sullivan:
"JUST TWO MEN: One is a bare-knuckled political operative; the other a young soldier who was awarded a Purple Heart in Iraq. Last week, we discovered that the former has married his long-time partner and the latter has demanded that he be allowed to serve openly to defend his country. You can argue over homosexuality for ever, but what is changing the world - what has already changed the world - is the simple witness of people from all backgrounds and walks of life that this is who they are. What social conservatives have to grapple with is that openly gay people are not going away. The coming generations will have even greater cohorts, as fear and shame recede. Where do these people fit in? How can they be integrated into family life? How do we acknowledge their citizenship? And their humanity? The pro-gay-marriage forces have an argument: we want full integration into civil institutions, the same rules, the same principles of responsibility. No excuses. The anti-gay-marriage forces have ... what exactly? They are against civil unions, against domestic partnerships, against military service, against any form of recognition. They want to create a shadow class of people operating somehow in a cultural and social limbo. That strategy may have worked as long as gay people cooperated - by staying in the closet, keeping their heads down, playing the euphemism game. But the cooperation is over, as last week once again demonstrated. The old conservative politics of homosexuality has disintegrated; so the social right turns to even older, more virulent and prohibitionist methods. They won't work either. Get real, guys. Deal with the world as it is, not as you would imagine it should be..."
Y este ejemplo no se cierra sólo a gays, sino a personas de religiones distinas, posiciones políticas diferentes, de otros formas de ser y pensar. Porque las dictaduras y los imperios pueden durar un tiempo a fuerza del miedo, pero no pueden parar para siempre la libertad del Yo Profundo escrita -por en mi opinión Dios- en los corazones de la gente.
Detrás de muchos de éstos fenómenos hay una gran tendencia social: la emergencia del individuo. O lo que llama el filósofo francés Michel Onfray, el arribo de un "hedodismo filosófico".
Comenta hoy en Reforma:
"... Esta época tiene cierta similitud con la que se vivió entre los siglos segundo y tercero de nuestra era. Era el fin de una civilización, la de Imperio Romano, y el arribo de una nueva, el imperio cristiano. La situación de trance creó un fenómeno de angustia y nosotros estamos pasando ahora por ello... ". E identifica un paradigma que cada vez más personas comparten en todo el mundo: "...el hedonismo significa que el bien soberano - personal colectivo - debe ser el placer, la felicidad. El placer de existir. Jeremy Benthan, en el siglo XIX, dice que el hedonismo en política es hacer que la felicidad llegue a un número cada vez mayor de individuos. Yo lo creo, hay que obtener la sinergia necesaria que permita fabricar el placer de existir. Identificar que el sentido de la existencia no sólo es trabajar, sufrir, ser explotado, dominado, esclavo del dinero, del poder y de la riqueza. En la existencia hay otra cosa, la posibilidad de poder realizarse y vivir gozosamente.
Propongo una moral postcristiana que nos diga que el trabajo no es forzosamente una virtud, que es una obligación, pero no una virtud. Que la familia no es una obligación. Que el dolor nunca es bueno y defendible. No hay razón para sufrir y hacer sufrir o para explotar al mundo. A esto se parece el hedonismo que propongo..."
Y muchos, aún sin conocer ese nombre, creen el él en todo el planeta. Es la búsqueda del Yo Profundo, del que hablan también muchas religiones. Es el Yo que se conoce a sí mismo de Aristóteles y el que se libera de las trampas de los Orcones en el universo gnóstico, pero también es el Yo que deja de tener sed al tomar la conciencia de sí en el cristianismo no dogmático de Jesús. Esa toma de conciencia es un despertar, un renacer. Jesús dijo una vez: "De cierto te digo, el que no naciere de arriba [de nuevo] no puede ver el Reino de Dios. Y para llegar a nacer de nuevo hay que disolver lo que impide que lleguemos a nuestro Yo Profundo: nuestro ego, el ego que busca sobrevivir usando nuestro miedo. Y al disolver el ego y llegar a nuestro Yo Profundo que guarda la antigua chispa de nuestro origen, conectamos con lo que muchos llaman Dios. No son necesarios más sacrificios, ni más sangre ni tabernaculos, sino la profunda voluntad de liberarse de la ilusión que los engaños del ego nos producen para mantenernos dormidos. El mismo Juan Pablo II, antes de ser Papa, en 1961, escribió sobre ello:
"But if there be truth in me, it should explode. I cannot reject it; I would be rejecting myself."
Y mucho antes que él, Platón escribió sobre ello en su diálogo sobre la santidad. Afirma que lo que aman los dioses es la santidad, lo que es amable a sus ojos y también que todo lo que es santo es justo. Y en un momento habla del ego: "El miedo es siempre compañero de la vergüenza... la santidad es la ciencia de dar..." Pero sin miedo y sin vergüenza, es decir, sin el ego pisando al Yo Profundo, es decir al amor. Porque de la esperanza, la fe y el amor, la mayor es el amor (1 Corintios 13-13)
Todo este rodeo filosófico/teológico puede darle una interesante visión a este texto de ayer de Andrew Sullivan:
"JUST TWO MEN: One is a bare-knuckled political operative; the other a young soldier who was awarded a Purple Heart in Iraq. Last week, we discovered that the former has married his long-time partner and the latter has demanded that he be allowed to serve openly to defend his country. You can argue over homosexuality for ever, but what is changing the world - what has already changed the world - is the simple witness of people from all backgrounds and walks of life that this is who they are. What social conservatives have to grapple with is that openly gay people are not going away. The coming generations will have even greater cohorts, as fear and shame recede. Where do these people fit in? How can they be integrated into family life? How do we acknowledge their citizenship? And their humanity? The pro-gay-marriage forces have an argument: we want full integration into civil institutions, the same rules, the same principles of responsibility. No excuses. The anti-gay-marriage forces have ... what exactly? They are against civil unions, against domestic partnerships, against military service, against any form of recognition. They want to create a shadow class of people operating somehow in a cultural and social limbo. That strategy may have worked as long as gay people cooperated - by staying in the closet, keeping their heads down, playing the euphemism game. But the cooperation is over, as last week once again demonstrated. The old conservative politics of homosexuality has disintegrated; so the social right turns to even older, more virulent and prohibitionist methods. They won't work either. Get real, guys. Deal with the world as it is, not as you would imagine it should be..."
Y este ejemplo no se cierra sólo a gays, sino a personas de religiones distinas, posiciones políticas diferentes, de otros formas de ser y pensar. Porque las dictaduras y los imperios pueden durar un tiempo a fuerza del miedo, pero no pueden parar para siempre la libertad del Yo Profundo escrita -por en mi opinión Dios- en los corazones de la gente.
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